El equilibrio entre dar y recibir

El equilibrio entre dar y recibir es una danza, al son de la cual hay que bailar en la vida, buscando el equilibrio constantemente sin permitir que la balanza se incline hacia un lado u hacia el otro. Un desequilibrio significativo puede suponer una fractura en una relación interpersonal y podría venir acompañado de una ruptura del vínculo, que bien puede ser en una relación de pareja, amistades o relaciones laborales, incluso la relación con una institución o empresa. Muy importante en éste intercambio constante es la emoción que va acompañada al acto de entrega y la emoción que acompaña al acto de recibir.

La vida, está en una constante búsqueda de equilibrio pues solo así es como puede sostenerse la vida en sí misma y surge de modo natural y espontáneo. Cualquier sistema, busca su constante equilibrio y pone en marcha todos sus recursos para sostener ese sistema lo más equilibrado posible, compensando rápidamente cualquier desajuste o desequilibrio. Las personas, como parte de la vida, funcionan bajo el mismo principio o bajo las mismas leyes que rigen al universo.

Siempre se ha de entregar y recibir desde el amor y desde la gratitud independientemente del intercambio que está teniendo lugar. El lugar desde donde se entrega o recibe, es decir, la carga emocional con la cual se carga dicha experiencia también es determinante. Es por ello, que se recomienda, que siempre se realice desde el amor y la gratitud.

Muy honesto es entregar a una persona que lo necesita, no desde la pena, pero desde el placer de la entrega y por lo tanto desde el amor. La entrega desde la pena o la lástima o desde una actitud de querer salvar a la persona, es un acto que genera una descompensación o en cierta medida una alteración sistémica, pues posiciona a una persona por encima de la otra. Entregar honestamente y desde la humildad y el corazón, será un acto que llene los corazones de ambos irradiando amor del encuentro e intercambio.

Si en cambio, una persona no quiere recibir, se ha de respetar su voluntad, pues entregarle de más sería no respetar a esa persona y por lo tanto también se estaría generando un abuso de poder, pues se está interponiendo la voluntad de la persona que entrega ante la voluntad de la persona que no quiere recibir. Entregar más de lo que una persona quiere recibir, sería un acto de dolor para los corazones de ambos.

El buen samaritano

La persona que entrega mucho, generalmente es una persona abundante, a la que le gusta dar y es probable que dicho acto le genere una gran satisfacción. No obstante, al entregar mucho y no recibir algo proporcional, llegará un punto en el cual se sienta vacío y no pueda entregar más, al menos sin sentir rabia, dolor o sin resentimiento.
Cuando eso surge, es cuando la persona ha llegado a un límite de entrega y es urgente para esa persona entregarse a sí misma o bien abrir sus brazos para recibir. En cambio, ideal, es no tener que llegar a sentir ese resentimiento por entregar y para ello, el buen samaritano, tendrá que ocuparse de entregarse sí mismo para que la balanza del dar y recibir no se descompense. Solamente recibiendo, podrá seguir entregando desde la incondicionalidad que le caracterizaba.

El conservador temeroso

La persona que mucho recibe y que en cambio no entrega, puede llegar un momento en el cual no se sienta merecedor de obtener lo recibido, puede que reciba desde la culpa o que simplemente no consiga valorar lo recibido. Al recibir mucho y no entregar, es probable que se le dejará de dar importancia o valor a las cosas o los actos de generosidad pues se han convertido en lo cotidiano o que la persona no se sienta merecedora de recibir lo cual hace que la persona este

La persona que mucho recibe, pero no entrega, es importante que aprenda a perderle el miedo a la entrega. Normalmente, hablamos de personas que sienten que pierden cuando entregan, pues están viendo los recursos como algo limitado. Solamente entregando, se podrá seguir recibiendo, de no ser así, el recibir acabará estancándose y bloqueándose. El dejar de focalizarse en uno mismo, para focalizarse en los demás, hará que la persona pueda entregar con el corazón abierto, llenándose a la vez que entrega.

La danzar con la vida: encontrar el equilibrio

Desde el prisma de la vida, un individuo es mucho más que un individuo asilado, es parte de una danza que todo lo mueve. Si cada persona se sintiese parte de ese todo y dejase de verse como un ente aislado, podría danzar con la vida y gozar de su seguridad y  abundancia.

Danzar con la vida, significa confiar y fusionarse con ella, bailar a su son, desde éste lugar, la entrega se realiza a una persona, pero no significa que sea esa misma persona la que entregue de vuelta, puede ser cualquier otra persona, situación o institución a través de la cual se reciba lo entregado, siguiendo y respetando el instrumento que la vida desee utilizar para entregar a la persona que merece recibir.

La maestría, se encuentra en aceptar y respetar a la vida, dejando que la vida fluya y es recomendable focalizándose en la entrega, más que en la recepción. Si una persona se focaliza en entregar más que en recibir, la vida se encargará de que reciba, en cambio si la persona se focaliza en recibir más que entregar, la vida se encargará de que entregue.

Sostener un equilibrio entre dar y recibir, no siempre es sencillo, pero en cambio si es lo más saludable y lo que más armonía y gratitud genera para todas las partes involucradas. Es una balanza muy sensible que de descompensarse internamente, puede conllevar mucha desarmonía en el exterior.

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